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How I face the ugly truth.

Cuando los resultados no son los esperados.


En el trabajo personal debería ser obligatorio el ejercicio de autocrítica. Las críticas, cuando vienen de fuera, y por muy constructivas que sean, siempre minan la moral de uno; la mejor solución es, por eso mismo, construirse como jueces del propio trabajo y de las propias actuaciones, visto el veredicto en términos comparativos y no de forma absoluto.
Dicho esto, se hace necesario terminar con una reflexión acerca de dos actividades mostradas en el blog. Me refiero a la actividad oral de roles padres/hijos propuesta en torno a la práctica del imperativo negativo, y a la aparición de esa misma estructura en el quiz II. En clase, cuando se propuso la actividad oral, el intercambio resultó divertido -dado lo ridículo de las situaciones propuestas (más abajo)- y las parejas respondieron muy bien al esquema. Lo recuerdo brevemente:

    SITUACIÓN:

  • Buenas tardes, hijo. ¿Qué estás haciendo?
  • Estoy tocando la guitarra, quiero ser artista.
  • ¿QUÉEEEE? No quiero que toques la guitarra, ¡estudia!

IDEAS DE BOMBERO:
Estudiar español para ser profesor
Bailar para ser bailarina profesional
Hacerme selfies para ser modelo
Conducir un coche para ser piloto de Fórmula 1
Robar un banco para ser ladrón
Pintar un cuadro impresionista para ser pintor
Pasear perros para ser paseador de perros
Jugar al baloncesto para ser deportista profesional
Cocinar comida española para ser cocinero
Cantar en el karaoke para ser cantante

Hasta ahí todo perfecto. El problema llegó en el quiz cuando, en las preguntas 20 y 28, vuelvo a repetir la misma estructura y no les resulta ni siquiera familiar; todos colocan una forma del indicativo como respuesta, o bien un infinitivo, sin darse cuenta de que lo ahí correspondía era una forma del imperativo negativo (porque era una prohibición) o, en otras palabras, un subjuntivo.

  • No quiero que me _______ nada, prefiero otra cosa.
  • compras | comprarás | vas a comprar | compres
  • De acuerdo. No quiero que ________ mucho, no tengo tanto dinero.
  • comas | comes | comer | comerás


La catástrofe estaba anunciada. Lo que a mí me había parecido una victoria, no era más que un triunfo del conocimiento declarativo vs. el conocimiento procedimental. Ellos habían entendido las instrucciones de la actividad oral, pero habían sido incapaces de extrapolarlas a otras situaciones. Y creo que esta catástrofe, en parte, responde al miedo con que los profesores (mea culpa) tendemos a mencionar el subjuntivo en clase, y al miedo que los alumnos muestran hacia él. Eso debería ser erradicado y deberíamos encontrar otra forma de enseñar algo que no sólo pertenece a la lengua española, sino que también tiene su presencia en otras lenguas y funciona de la misma forma. Un cambio de mentalidad significaría también un cambio de enfoque en torno al tema, y posiblemente causaría menos problemas para el estudiante.
En este sentido, me parece que el enfoque comunicativo es un gran avance en la enseñanza de lenguas, en tanto que pone el énfasis en que el intercambio realizado sea posible y efectivo. Quizás ahí esté la clave para dejar de explicar el subjuntivo como un marciano y ofrecerlo sin prejuicios en aquellos usos de utilidad para el estudiante (adecuados y ampliados según el nivel). Quizás incluso, cuando mis estudiantes de Español Elemental I estén en el siguiente nivel y se enfrenten con no quiero que..., recuerden que en algún cajón de su cerebro hay alguna información que les despierte la conciencia del subjuntivo y, quizás, alguno tímidamente exclame ...¡comas! ¡compres!
Quizás.

La hora de la verdad

Nadie tiene ninguna duda de que la interacción debe ser el centro de la comunicación, puesto que, para que exista una comunicación real, debe haber intercambio recíproco y efectivo de pensamientos, sentimientos e ideas entre dos o más personas. Siempre intento que ése sea el principio básico a la hora de montar una nueva unidad didáctica, y centro mi interés en los siguientes puntos:

  • atención en el significado (automaticidad)
  • motivación intrínseca que debe nacer del alumno, pero que yo tengo que inspirar de alguna manera
  • inversión estratégica en la expresión a la hora de tomar decisiones y reparar errores
  • voluntad de comunicación que ha de existir en el estudiante, pero que -de nuevo- yo debo motivar y guiar por el buen camino
  • conectar lengua y cultura en la medida de lo posible
  • facilitar una especie de inter-lengua que le permita al alumno corregir errores a partir de mis consejos
  • negociación del significado

El objetivo de todos estos puntos es, precisamente, que en la clase se cree una competencia comunicativa que facilite el encuentro lingüístico de todos los participantes. Para que esto ocurra, hay que tomar una serie de decisiones en torno al objeto al que concedemos mayor importancia y en torno a nuestro papel como guía en el aula. Y, en este mapa de coordenadas, la interacción es el medio que rige el vínculo entre las informaciones de la pantalla y el modo en que los estudiantes han de procesarlas. En este sentido, la interacción funciona en una doble dirección, en tanto que enhebra las relaciones entre los alumnos y el profesor, y las relaciones entre los propios alumnos. Ellos, por un lado, han de sentirse cómodos con sus compañeros; a este respecto, me parece necesario mezclar niveles a la hora de la conversación y del trabajo en grupo, pues los chicos tienden a ser generosos y ayudarse en la puesta en escena del ejercicio. En su relación conmigo, he tomado la resolución de no hacerle caso a los estudiantes cuando les planto la pregunta “¿entendéis?” porque no suele ser sincera sino temerosa. Como solución, prefiero ponerlos a prueba constantemente para corroborar de facto que han entendido la dinámica propuesta y, más importante, que son capaces de repetirla y de extrapolarla a otras situaciones.

Incluyo a continuación las presentaciones que configuran la unidad didáctica 6, centrada en el tema de la casa. Normalmente, aunque tomo actividades del libro, suelo diseñar mi propia unidad didáctica e intento incluir actividades que estén relacionadas con algún aspecto de la cultura española y que, además, sea de interés para los alumnos. Las siguientes diapositivas dan cuenta de cuatro días de clase, cada día tiene un diseño diferente y está encabezado por un título que introduce el tema en que se centrará la sesión:

  • Para el primer día, decidí empezar con el vocabulario que sería el centro de la unidad didáctica: la casa. Para ello, comencé con una referencia a la película de ET (que resultó, para mi sorpresa como niña criada en los años ochenta, desconocida para muchos) con la idea de situar a los alumnos en el contexto; a continuación, les propuse un maqueta abierta de la casa de Los Simpsons (en este caso la referencia sí fue reconocida por todos) para que se familiarizaran con el vocabulario tanto de las partes de la casa como de algunos de sus objetos más conocidos. Una vez superada esta primera fase de contacto, pasé a describir mi casa del pueblo, que es una casa típica andaluza y que, por tanto, me permitía establecer un contraste entre la casa de los suburbios americanos y uno de los tipos de casa que se estilan en España; así también les iban sonando palabras como patio o balcón, y entendían la función y la presencia de estas palabras en el contexto español. La descripción del ejemplo concreto de mi casa, por otra parte, les daba a ellos la oportunidad de aprender estrategias para poder hablar de cómo es su casa; con esta última actividad, pensada para trabajar en pequeños grupos, los estudiantes ponían en práctica esas estrategias de comunicación y buscaban nuevas formas de expresarse y nuevas palabras para que su descripción fuera distintiva con respecto a la de sus compañeros.
  • Para el segundo día, tocaba empezar con el imperativo. Sin embargo, me parecía producente detenerme en la corrección de algunos errores comunes que habían cometido en un ejercicio escrito. Tras cada unidad, los alumnos realizan una redacción de unas 200 palabras relacionada con el tema estudiado para explotar los recursos aprendidos; aunque a cada uno se le entrega su redacción con sus correcciones y nota, la experiencia me dice que es necesario y útil exponer de forma pública algunos errores para que no se vuelvan a repetir. Además, también les propuse, antes de entrar en materia, un juego de memoria para reforzar el vocabulario de la unidad: en un tiempo de unos 10 segundos por diapositiva, y en grupos de unas tres personas, tenían que adivinar el nombre de ciertos objetos de la casa. Tal actividad me daba pie a realizar un ejercicio de audio del libro sobre el alquiler de apartamentos y, después, cambiar el chip y empezar, ya sí, con el imperativo. Me parecía interesante, en este sentido, que comenzaran por entender para qué quieren usar esa forma verbal y, después, cuando ya les sonaron algunos ejemplos, pasé a explicarles cómo se formaba de lo más simple a lo más complejo: del tú y el vosotros al usted y al imperativo negativo (y esto enlazaba con el subjuntivo, que no aparece en el syllabus como tal). En clase practicamos con las distintas formas y posibilidades que se ofrecen en la clase, y se les encomendó a los estudiantes la tarea de estudiar lo aprendido en casa.
  • Para el tercer día, era pertinente repasar el imperativo y detenerse en el gerundio. Para cumplir con lo primero, planteé dos actividades orales: la primera, para realizar en el gran grupo, consistía en completar con la forma del imperativo en su uso de dar consejos; la segunda, para realizar en pequeños grupos, se centraba en dar direcciones para ir a diferentes lugares (reconocidos por los alumnos, o al menos localizables con facilidad en su mapa mental), ofreciendo un pequeño vocabulario como ayuda (clasificado espacialmente en la diapositiva). De esta manera, activaba la memoria de los estudiantes y reforzaba un contenido que habíamos visto en clase y que ellos deberían haber estudiado. En segundo lugar, un ejercicio auditivo del libro me servía para introducir el gerundio, explicar sus usos y su formación, y ponerlo en práctica en un par de frases muy simples y con imágenes; así, entendían cómo se formaba, pero también recordaban verbos de acción que ya habían sido estudiados previamente. Como actividad que aunara ambos contenidos gramaticales y que pusiera el foco en la forma indirectamente, diseñé una actividad oral a realizar en parejas. Con ella, un estudiante desempeñaba el rol de padre/madre y el otro el de hijo/hija, y tenían que representar -según las directrices expuestas en la diapositiva- una conversación telefónica en la que la actividad realizada por el hijo (uso de estar + gerundio) era prohibida por el mandato del padre (imperativo); de esta manera, los alumnos repasaban lo aprendido en un contexto, si no real, al menos divertido. La clase se cerró con un repaso del imperativo a través de un receta de cocina muy española: cómo hacer tortilla de patatas. Aunque había vocabulario nuevo, el texto iba acompañado de imágenes y lo interesante era explotar las destrezas del estudiante para formar el imperativo y entenderlo en diferentes situaciones; de paso, aprendían algo de cultura culinaria española.
  • Para el último día de la unidad didáctica en curso, quería cerrar algunas dudas que habían quedado pendientes en la clase anterior e insistir en el uso y manejo en contexto del vocabulario (ya ampliado) de la casa. Es lo que se aprecia en las dos primeras diapositivas, centradas en la expresión empollar y en el uso del gerundio en casos distintos a estar + gerundio. Un repaso por los tipos de vivienda y las connotaciones de las palabras casa / hogar, me servían de introducción a la lectura de la unidad, que ofrecía de nuevo vocabulario útil para hablar del alojamiento. Para finalizar, planteé una actividad oral que debían haber empezado a preparar en grupos asignados a través del Discussion Board de Courseworks, y que hoy debían cerrar con el consenso de opiniones y la presentación breve en clase ante los compañeros. Cerrar la unidad con actividades de este tipo, que exigen un trabajo previo y también un intercambio dentro del pequeño grupo, es útil no sólo para el aprendizaje de un vocabulario básico en torno a un tema, sino también para la asimilación de estrategias comunicativas que permitan transmitir y demostrar lo adquirido de cara al resto de compañeros y, sobre todo, de cara a mi evaluación constante.

La descripción que incluyo y las imágenes de las diapositivas ofrecen un buen esquema del montaje de varias clases en torno a una unidad didáctica, es decir, son un buen ejemplo de planificación y diseño curricular. Sin embargo, una cosa es lo que uno plantea antes de entrar a clase, y otra cosa es lo que luego resulta. Existe un abismo entre cómo se monta una clase y cómo se desarrolla esa clase en la realidad del aula, y las estrategias y actuaciones del profesor son indispensables en términos de inmediatez y efectividad. El profesor, como guía en el aprendizaje comunicativo, ha de estar disponible y predispuesto mentalmente para responder a las necesidades de los alumnos en el aula y para intervenir positivamente en que el intercambio de conocimientos y materiales sea posible.

Exigencias del guión

A lo largo del curso, he planteado dos achievement tests para medir el progreso de la clase y, sobre todo, para saber si los conocimientos estaban siendo adquiridos de la forma adecuada (y también, si mi método de enseñanza era el correcto). Estos quizzes se presentan como la manera más idónea para mí de saber qué es lo que el alumno tiene que reforzar de cara al futuro, y de hacérselo saber de una forma muy práctica antes de que sea demasiado tarde.
El ejemplo que traigo aquí es el segundo quiz realizado, ya casi a finales del semestre, que incluía todos los contenidos cubiertos a lo largo de las siete unidades didácticas y entre los que se encontraban el imperativo, el futuro y sus diversas formas de expresión, los pronombres, etc. El diseño se presentaba como un reto para mí, pues tenía que intentar incluir una muestra representativa de todo y, además, hacerlo condensado como para que no robara más de 20 minutos del tiempo de clase.
La verdad es que el ejercicio supuso un shock para los estudiantes porque, en primer lugar, era un poco extenso para el tiempo que tenían y, en segundo lugar, porque la forma era muy similar a la de midterm, con lo cual la presión se vio incrementada (pese a las advertencias de que no se trata de un examen, que su nota no depende de eso, y que es sólo un ejercicio de autoevaluación). Los resultados, no obstante, no fueron catastróficos y, pese a sus frustradas expectativas, la mayor parte de la clase aprobó con una nota más que decente.
Sin embargo, creo que la reflexión es necesaria y obligada por mi parte no sólo con respecto a este quiz en concreto, sino más bien en relación a la evaluación. Para próximas ocasiones, debo tener en cuenta que un ejercicio de evaluación no debe ser motivo de trauma para el estudiante, sino todo lo contrario. La práctica de los quizzes me parece muy positiva, pero es cierto que hay que valorarla en sus justos términos y no debe ser un ejercicio de castigo, sino más bien de recompensa (realista) por los esfuerzos realizados. Por eso, y ahora pensando en este caso en específico, lo justo hubiera sido preparar un examen algo más breve y menos denso, y aprovechar para repasar esos aspectos más problemáticos que yo quería cubrir a toda costa en un período mayor de tiempo.
De los errores también se aprende…

Estereotipos por doquier

“Culture is a way of life” (p. 132, Teaching by principles), y es una verdad bastante cierta. Aunque creo que es difícil aplicar este principio a ultranza en el caso de la enseñanza de Español Elemental, en clase intento siempre traer algo de mi cultura española. Creo que es un aspecto necesario, si se maneja con cuidado y buenas intenciones, para crear una imagen del idioma en cuestión no sólo reducida a palabras con mayor o menor conexión y sentido entre ellas, sino más bien presentándolo como una forma de comunicación que una comunidad lingüística (en nuestro caso, muy amplia) emplea para entenderse entre ellos y para compartir opiniones y saberes. Por eso, la enseñanza de una segunda lengua es también la enseñanza de su cultura.
A continuación planteo dos ejemplos que llevé a clase en diferentes momentos, pero relacionados con la misma unidad didáctica. Ambos están relacionados con el uso de expresiones valorativas y de expresiones de acuerdo y desacuerdo, y su utilización en diversos momentos realmente sirvió para estimular opiniones y para poner en prácticas en contextos con significado y auténticos una serie de expresiones que les serían muy útiles en el futuro -en el curso del aprendizaje, más allá del examen.

  • La primera [véase más abajo] es una presentación basada en una noticia que salió publicada en el diario Huffington Post en español y que yo adapté a sus conocimientos (presente de indicativo en aquel momento) para abrir el debate con respecto a las ideas preconcebidas que los alumnos tenían de España.
  • La segunda, por otra parte, es una presentación con actividades que planteé tras el visionado del corto español El toro Ferdinando, de 1936, que se presentó desde Hollywood e incluso ganó un Óscar. Tras su comprensión y tras realizar una serie de actividades en torno a la forma y al significado, entramos de nuevo en las opiniones valorativas en torno a un debate sobre los toros y la no violencia.


Cada una de estas actividades me planteó un problema de índole diversa. Con respecto al primer caso, ocurrió que en una de las diapositivas, la que afirmaba que “todos los españoles comen paella”, salía una imagen de un grupo de personas chinas con trajes flamencos y bailando -a su manera- en torno a una gran paella. Intuyo que a una de mis alumnas, de origen chino, aquello no le pareció tan divertido. El segundo caso, no obstante, me planteaba un problema de tipo formal en tanto que la historia se contaba el pasado, algo que no se estudia en este nivel. Tomé la decisión de, aun así, proponer la actividad y, para que la comprensión fuera posible, les entresaqué los verbos que aparecían para que ellos mismos intentaran adivinar el infinitivo y, así, saber su significado aunque la forma les resultara extraña. Funcionó en cuanto comprendieron que el mecanismo morfológico de la palabra era bastante similar a la hora de descomponerlo ya estuviera el verbo en presente o en pasado.

Pese a estas vicisitudes, creo que ambas actividades tuvieron buena acogida y, sobre todo, me sirvieron para que ellos comenzaran a deshacerse de los tópicos y estereotipos casi institucionalizados como prejuicios culturales -injustos- y empezaran a pensar en la cultura hispana de otra manera.

Teaching by Principles... ¿libro de autoayuda?


El libro propuesto para la lectura plantea, en sus primeras líneas, la enseñanza como un reto -y lo cierto es que no podría estar más correcto. En la enseñanza de lenguas, la motivación y el esfuerzo de superación es esencial, y concebir el curso en su conjunto y en cada una de las clases que lo componen con el mismo entusiasmo desde el primer día se convierte en un requisito indispensable. Sin embargo, esto aquí expresado es algo que me resulta un tanto redundante porque debería estar impreso en la mente del profesor, pues -y quizás esto sea muy utópico- si uno ha de llevar con pasión cualquier tipo de trabajo, este aspecto se hace más evidente si cabe en el caso de aquél que dedica su vida a enseñar (una lengua, o lo que sea).

Enseñar no significa, para el caso de las lenguas, ser un experto en lingüística y hablar a la perfección, sino en trabajar para tener la mayor disponibilidad de recursos posibles y, lo que es más importante, en esforzarse para ser capaz de transmitir el sentido y el uso de esos recursos para que quien aprenda pueda, a su vez, aprovecharse y beneficiarse de ellos. La gramática no es algo fijo e inmutable que está en los libros y responde a una deseo divino; el español, para el caso que nos ocupa, no es una lengua muerta, sino una lengua que está muy viva y funciona como sistema operacional activo, válido y útil en comunidades sociales, culturales y topográficas muy diversas. Por eso mismo, no podemos perder de vista que nuestro objetivo es que el estudiante sea capaz de intervenir en la esfera lingüística hispana allá donde vaya y, en la medida de lo posible, salir triunfante en esa intervención.

Hago todas estas reflexiones como preámbulo al blog porque me parecen necesarias. Son el tipo de cosas que uno, cuando decide enseñar una lengua, tiene que plantearse. Estos interrogantes, además, determinan qué tipo de metodología habrá de seguir en la enseñanza, y en qué objeto centrará su atención. Debe uno preguntarse, llegados a este punto, si lo más importante es saberse de memoria las irregularidades de los verbos o si, por el contrario, son admisibles ciertos errores siempre que la comunicación no se vea comprometida. En otras palabras: ¿exclusividad en la forma o permisividad absoluta? En realidad, la cuestión es mucho más compleja y trascendente que este planteamiento en forma de dicotomía, y es una decisión con la que hay que negociar según las necesidades y características del grupo, y también según nuestras propias creencias pedagógicas.

Sin embargo, pese a toda la reflexión suscitada, no puedo dejar de pensar que el libro funciona en cierto modo como un libro de autoayuda para el profesor de español, como un libro donde uno acude bien para saber si está actuando como “debe”, bien para buscar una forma de mejorar. Y me pregunto hasta qué punto es realmente necesario algo así, si cuando uno de verdad aprende es a través de la experiencia y de los errores. ¿De qué vale leer sobre el la motivación o la interacción si la mejor forma de poner en práctica estas operaciones es el espacio de la clase? No intento, con esto, establecer un discurso biblioclasta para con este texto en particular, ni tampoco creo que haya que quemar todos los libros que tratan sobre Didáctica de la Enseñanza del Español. Sí considero, no obstante, que la forma más adecuada de aprender a enseñar (y de enseñar a aprender) es a través de la aventura que conforma la clase. Una preparación previa es prácticamente indispensable, es cierto, pero me parece más práctico y efectivo un manual digital e interactivo que uno de papel, sobre todo en una época en que la implantación de la tecnología en el aula es una realidad y el uso del libro de texto queda tamizado por el apoyo visual de las presentaciones electrónicas. Quizás habría que tomar una senda más eficaz comunicativamente hablando, sobre todo si seguimos empeñados en defender la comunicación auténtica, directa y real a ultranza.

Para la puesta en práctica de los principios de enseñanza sobre los que el libro teoriza, recurriré a ejemplos de mi propia clase, Español Elemental I. Me centraré básicamente en estos aspectos: en primer lugar, haré una reflexión sobre los contextos socioculturales, políticos e institucionales que confluyen en el aula e, inevitablemente afloran tanto en el diseño de actividades como en la recepción de las mismas por parte de los estudiantes; en segundo lugar, me centraré en el proceso del diseño curricular y en la programación en el aula, con ejemplos de cómo he preparado las diversas unidades didácticas para activar la interacción en la clase; en tercer lugar, plantearé un ejemplo concreto de quiz para evaluarlo teniendo en cuenta la duración propuesta y lo que se le pedía al estudiante.

La reflexión sobre este primer semestre de enseñanza del español culminará en mi teaching philosophy, que recogerá anécdotas no sólo sobre mi propia experiencia como estudiante de una segunda lengua, sino también experiencias previas como profesora de español y, finalmente, planteará en términos teóricos cómo se debe enseñar una lengua de forma efectiva, cuál es el rol del profesor en ese proceso, y qué espera de los estudiantes.